Archivo IV

Id de archivo: 0014

Título: [El cocodrilo]

Grabó: Diego Angello Gutiérrez Alvarado

Año: 2023

Región: Cdad. Juárez, Chihuahua

Espacios de aprendizaje: Experiencia personal, anécdota.

Nombre de la persona que da la voz: Julio Cesar Vázquez

Notas/Caracterización: El objetivo de esta investigación fue encontrar narraciones orales personales y/o comunitarias, recopilarlas y clasificarlas según el género literario oral en el que se enmarquen. El trabajo de campo se realizó entre los meses de noviembre y diciembre del 2023 en regiones concretas del centro, este, norte, y sureste de México.

Una vez recogido, se decidió clasificar el material por región geográfica con la finalidad de tener un mosaico más o menos variado de las narraciones, con la intención de crear en un futuro un mapa de literatura oral. Por tratarse de un corpus pequeño, de momento, se tomó la decisión de crear un identificador muy sencillo para los archivos de audio, así como para las transcripciones, mismas que se reproducen aquí.

En este caso estamos frente a una narración un tanto ambigua en su clasificación, y que en primera instancia podría no tener cabida en tanto los estándares de recopilación que nos hemos marcado, sin embargo, es un ejemplo interesante para conocer los mecanismos narrativos presentes en la oralidad, muy distinto a la narración escrita. Además del obvio carácter moralizante que encontramos al final de la misma.

Transcripción:

Hola, buenas tardes. Bueno, la anécdota que les voy a contar sucedió en Juan Diaz Covarrubias, Veracruz. Es un pueblito de allá del sur de Veracruz, lugar cañero, en esa zona viví desde los seis años hasta los diecisiete años de edad. Me crié con mi agüelo y una de las anécdotas que quiero contarles, me sucedió, bueno en esa anécdota o en ese evento que se suscitó estuve con mi hermano. Mi hermano era más chico que yo, yo tenía ocho años, él tenía seis, y siempre teníamos por costumbre antes de irnos a la escuela, porque entrábamos en la tarde, teníamos por costumbre irnos a bañar. Ahí estaba el río, a la orilla de la casa de mi agüelo, río así, una parte inclinada como, qué serán, sesenta, setenta metros, ahí estaba un río. En ese río, ahí aprendí a nadar y en ese río disfrutábamos como niños siempre, bueno, siempre nos íbamos como dos horas antes de irnos a la escuela a bañarnos y a disfrutar. ¿Qué es lo que hacíamos mi hermano y yo? Agarrábamos una botella de sidral, la llenábamos con agua, le poníamos su tapón y la tirábamos y a ver quién encontraba la botella primero o antes, bueno, en ese momento yo agarré la botella, la lancé como a la mitad del río y mi hermano se tiró al río, se sumergió y empezó a buscar la botella, en ese momento pues mi hermano no demoró ni, qué será, ni, ni medio minuto, creo, y salió con la botella, rapidito la encontró y ya le dije bueno ahora me toca a mí. Yo agarré y pues en espera de que mi hermano tirara la botella y la lanzó, al momento que la lanzó pues yo también me, me aboqué al río, un clavadazo y fum a buscarla, pero da la casualidad que no la encontré, salí a agarrar aire y en el momento en que yo salí a agarrar aire mi hermano me decía un poquito para acá, ahí, ahí, ahí, en esa parte de ahí, ahí está y ahí me volví a sumergir, ya lo que yo les voy a comentar eso me lo platicó mi hermano. Mi hermano me cuenta que del otro lado del río él vio que un cocodrilo emergió y al momento que yo me sumergí él también se sumergió. Les voy a contar un poquito acerca de este cocodrilo, este cocodrilo ahí tenía su cueva y nosotros cuando pues siempre íbamos y le robábamos las tortugas, en toda cueva de cocodrilo hay tortugas, entonces nosotros teníamos la costumbre de que espiábamos al cocodrilo con mis otros primos y se iba el cocodrilo río arriba a cazar y dejaba su cueva y en esa cueva nosotros nos metíamos y agarrábamos varias tortugas, esas tortugas las vendíamos y siempre le hacíamos eso al cocodrilo; yo me imagino que ya el cocodrilo nos traía en tinta, en aceitito, decía estos me los voy a echar algún día y pues, dicho y hecho ese día se suscitó de que mi hermano y yo fuimos a nadar antes de ir a la escuela, bueno y ahí viene lo bueno, mi hermano dice que al momento que yo me sumergí ese animal también se sumergió, mi hermano pensó lo peor ¡eh!, y empezó a gritar, a gritar, a gritar, pues cuando lo iba yo a escuchar, yo estaba bajo el agua, yo, una de las grandes fortunas y bueno yo digo que dios, dios intervino, ¿verdad? porque no es suerte, no es nada, dios siempre nos cuida, yo digo que en ese momento, eh… yo siempre tenía la costumbre de que yo encontraba algo y no salía ahí mismo, sino que me iba bajo el agua para irme hacia la orilla, cuando yo llegué a la orilla y le dije la encontré mi hermano lloraba y gritaba ¡salte!, ¡salte!, ¡Salte!, ¡Salteee! y gritaba y gritaba y yo deci’ qué, ¡Que salteee! y yo agarré como pude, enterré las uñas de las manos en el lodo del, del montículo y al momento que yo me levanté una pierna y ya me iba yo a impulsar con la otra era una enorme cabeza con dientes así grandotota que namás la ví y rodé, me rodé hacia el otro, pues a la orilla, para allá; en ese momento ese animal me rebotó en mi pierna, hasta me raspó la pierna con sus, con su piel y rebotó en el montículo donde me quiso comer, yo rodé, rodé, rodé y no me agarró, y rebotó, les digo, y cayó otra vez al agua, yo me levanté rápido y vi a mi hermano y mi hermano estaba bloqueado, mi hermano gritecía ¡lo viste! ¡lo viste! ¡lo viste! y temblaba y le tuve que pegar una cachetada para que reaccionara, al momento que mi hermano reaccionó empezó a llorar a llorar, lo abracé, lloramos juntos, juntos, del miedo, de lo que pudo haber sucedido si ese animal me hubiera comido. No mi hermano estaba traumadisimo, en ese momento nos tomamos un tiempo y ya nos bañamos pero ya a jicarazos en el río y los dos juramos no decirle a nadie lo que había sucedido, a nadie. Tan así fue la promesa que nos hicimos de comentarlo nada que… pues pasaron muchos años, ya que nos venimos a Juárez, él estuvo en Juárez, llegué yo y hubo un día en que tocamos ese punto y ese tema y… y él comentó te acuerdas cuando te iba a comer el cocodrilo y lo empezamos a comentar pero tuvieron que pasar cerca de, qué se yo, veintitantos años, casi treinta años para comentarlo. Estuvo fuerte, ¿verdad? Yo no estuviera contando esta anécdota ni esta situación pero, ehh… cada vez que la cuento y me acuerdo de mi hermano cómo temblaba, cómo lloraba, yo decía si ese animal me hubiese comido, me hubiera agarrado, me hubiera atrapado, me  hubiera devorado, yo no sé qué hubiera sido de mi hermanito, hubiera sido un trauma grandísimo para él ver cómo un animal se comía a su hermano, pero bueno, gracias a dios aquí estamos contándolo, ¿verdad? y hay que tener cuidado, siempre, pero cuando es uno niño no mide las consecuencias, así que ya saben: hay que tener cuidado con esos animales, no miedo, pero sí respeto. Gracias. 

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